Diseño de políticas públicas
Diálogo con María García Holley
Arquitecta e historia del arte, actualmente es Directora de Artes y Cultura del British Council para América Latina. Su trabajo recae en la intersección de las industrias culturales y creativas, los asuntos urbanos y el diseño de políticas públicas.
P: ¿Cuál es el rol del diseño a la hora de hacer políticas públicas?
Considerar el diseño como un término metodológico en la construcción de políticas públicas es bastante novedoso, ha tomado peso durante los últimos 20 años. Sin embargo, si pensamos el diseño como un plan a seguir, una ruta o una carta de navegación, nos damos cuenta que siempre ha existido. Desde el inicio de los tiempos se han trazado planes para conseguir ciertos objetivos, pero normalmente esos planes eran bastante jerárquicos, a conveniencia o impuestos. Pensemos en el diseño de una estrategia militar, por ejemplo, eran planes que respondían a ciertos regímenes y a ciertas jerarquías, y normalmente respondían a un solo líder (generalmente hombre) que “diseñaba” ese plan.
La manera en la que ha evolucionado el concepto de diseño para integrarlo a los intereses públicos (política pública), es que ahora abre la posibilidad de sofisticar y robustecer los planes con conocimientos menos jerárquicos y más transversales. Y esto va desde integrar una diversidad de visiones, quitar sesgos cognitivos, entender las experiencias vividas y reconocer los contextos. No es que el diseño llegue a salvarnos, para mí, no se trata de otra cosa más que hacer las cosas bien; y hacer las cosas bien significa tener en consideración todos estos elementos a la hora trazar una hoja de ruta. El pensamiento de diseño es eso, es ser consciente de cuáles son estos elementos que influyen y la importancia de las formas en las que se estudian e intervienen las cosas, más allá de la subordinación a un plan. Y después podemos incorporar lógicas de mercado que sofistican todavía más, por ejemplo, si hablamos de política pública en un contexto de diseño de servicios, se debe considerar cuánto tiempo está la gente dispuesta a dar para hacer un trámite, cómo este trámite afecta la vida de las personas, y si se diseña para mujeres hay que preguntarse: ¿a qué hora está abierto el trámite? ¿interfiere con el trabajo? ¿con labores de cuidado? ¿la oficina se encuentra en una zona accesible por transporte público? ¿la comunicación es fácil de acceder? ¿las instrucciones son claras? etc. Esas y otras preguntas más antropológicas, es lo que hoy podemos brandear bajo la lógica del pensamiento de diseño, pero no es más que hacer las cosas bien, considerando todos los factores que pueden influir.
Me gusta usar la analogía de construir un edificio, porque las arquitectas que también somos diseñadoras, nos servimos de una lógica de pensamiento en sistemas, y esto es precisamente lo que el diseño trae a la mesa. Para hacer un buen edificio tenemos que pensar en los sistemas que lo componen y rodean: en su impacto urbano, histórico y social; en su uso, en el cómo las instalaciones hidráulicas van a conectar con el sistema de agua de la ciudad; en las lógicas comerciales, si se vende, si se renta, si está o no gentrificando una colonia; y en la experiencia del usuario al entrar al edificio, al pasar por las zonas comunes y al llegar a una habitación.
Todo se piensa desde una lógica de diseño integral, y no siempre las políticas públicas alcanzan a pensar todas estas cosas. Por eso es tan importante el rol de diseño a la hora de trazar políticas públicas, porque a través de metodologías específicas, podemos traer a la mesa todos los componentes y factores de un reto público.
P: ¿Por qué importa co-crear y co-diseñar?
Por muchas razones, yo creo que co-crear y co-diseñar tiene que ver con validar las distintas experiencias que existen, y sobre todo no imponer. Las experiencias vividas y lecciones históricas, sociales o patrimoniales que existen en una comunidad no se pueden pasar por alto a la hora de hacer políticas públicas, porque van a terminar respondiendo a una lógica parcial del problema. Cuando traemos a más personas a nuestro cuarto de diseño para co-crear, vamos a ser capaces de ver dinámicas sociales que quizás no habíamos visto, o vamos a identificar nuestros sesgos. Entonces, hacer bien las cosas es más factible. Porque hacer es fácil, pero hacer bien es muy difícil, y ese es para mí el factor diferenciador que trae el diseño a la mesa. Hoy en día este prefijo “co” es muy importante, porque tenemos que ser corresponsables del mundo en que vivimos, y en la solución de los problemas tenemos que estar todos.
Desde la lógica de un gobierno, siempre es pertinente poner sobre la mesa el valor que traen las ideas y la experiencia de las personas. Y por eso importa mucho validar y agradecer los ejercicios de co-diseño y de co-creación, y esto va desde contemplar honorarios específicos por el tiempo invertido, hasta hacer a las personas partícipes desde otras lógicas. Creo que mientras no profesionalicemos las ideas y no les demos el valor que tienen, no se van a tomar en serio estos procesos y la transformación que pueden suponer.
En el proceso crowdsourcear respuestas algunas veces se llega a pecar de tokenismo, y se convierte en una cosa completamente instrumental. Por eso la importancia de sostener estos procesos, y poner el piso parejo, porque la opinión de todas las personas es igual de valiosa. Y en este sentido, hay que considerar las instrucciones, la metodología, las metas y las dinámicas. Nosotros de una manera trendy lo llamamos co-creación, pero al final es un sistema de consultoría, y es más que eso, es un sistema de saberes, de compartir y sistematizar los saberes que existen. Por tanto, creo que es relevante dignificar la labor y las experiencias que traen todas las personas a la mesa.
Participante del taller de diseño de servicios dirigido a directores generales de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México. Creative Policy Programme del British Council, 2019. Cortesía María García Holley.
P: ¿Qué políticas públicas existen para promover las lógicas del diseño?
Si pensamos que la promoción del diseño per se como sector, disciplina, o pensamiento, es el punto final de una cadena de políticas públicas, los ejemplos son contados. Pero sí veo que poco a poco se empieza a entender más el valor de analizar retos desde una perspectiva de diseño. Se están usando lógicas de diseño desde otros sectores, por ejemplo, en el territorio de cultura se habla de subastas ilícitas de bienes patrimoniales, y creo que eso es importante porque está resaltando la importancia de los saberes y el recuperarlos.
En México, existe el Consejo Promotor de Innovación y Diseño de Jalisco, y hay intentos por robustecer los departamentos de comunicación social de los gobiernos con diseñadores y personas de las industrias creativas. También está Original, una acción pública que busca promover no solo el diseño ornamental o la moda, sino que también busca recuperar saberes, técnicas y conocimientos que integran el patrimonio cultural del país.
Y antes existía ProMéxico, que impulsaba la creación desde estas lógicas de diseño e innovación, y también el diseño objetual, a través de políticas de exportación e importación.
Creo que el diseño y su interacción con las políticas públicas tiene mucha más trayectoria en Reino Unido. El Design Council es un ejemplo importante, tiene fondos gubernamentales y trabaja en todas las lógicas del diseño: tanto en diseño de servicios, como en pensamiento de diseño, pero también en promoción del diseño, organizando la bienal de diseño y varios mercados de diseño. Y también está el Policy Lab, que se conforma por un grupo de consultores en diseño contratados por el gobierno. Este modelo es interesante porque prestan sus servicios de manera transversal a otros sectores y ministerios del gobierno, y abordan problemas desde temas de aduanas, hasta salud, todo bajo una lógica de diseño sistémico. Mucho del trabajo que hacemos desde el British Council es crear alianzas y explorar cómo podemos aprender de las mejores prácticas del mundo.